La fuerza histórica de los pobres y oprimidos
Leonardo Boff
Febrero 16 de 2024
A mí siempre me ha impresionado una pequeña historia relatada en el libro del Eclesiastés del Primer Testamento (o Antiguo). Se asume que el Eclesiastés es obra del sabio rey Salomón. Sería lo que hoy llamaríamos un académico o un profesor universitario (en hebreo Qohelet). Es conocido por la expresión “vanidad de vanidades; todo es vanidad” (1,2). Algunas versiones modernas traducen: “ilusión, pura ilusión; todo es ilusión”.
Todo el libro es una búsqueda incansable de la felicidad, pero se enfrenta con la muerte inevitable que vuelve todas las búsquedas, ilusiones, puras ilusiones. No por eso deja de ser temeroso de Dios y ético al indignarse frente a las opresiones: “cuántas son las lágrimas de los oprimidos sin nadie que los consuele cuando están bajo el poder de los opresores… feliz aquel que no llegó a nacer porque no ha visto la maldad que se comete bajo el sol” (4,1.3).
La pequeña historia reza así:” Había una ciudad de pocos habitantes. Un rey poderoso marchó sobre ella, la sitió y levantó contra ella grandes rampas de ataque. En la ciudad había un hombre pobre, y sabio, que podría haberla salvado con su sabiduría. Pero nadie se acordó de aquel hombre pobre. La sabiduría del pobre es despreciada y sus palabras nunca se escuchan” (9,14-16).
Esta constatación me conduce a la teología latinoamericana de la liberación. Es una teología cuyo eje articulador es “la opción no excluyente por los pobres, contra la pobreza y por su liberación”. Ella da centralidad a los pobres como lo hace el evangelio del Jesús histórico:” felices vosotros los pobres porque vuestro es el Reino de Dios” (Lucas 6,20). Pero hay algo inédito en la Teología de la Liberación que supera el asistencialismo y el paternalismo tradicionales que practicaban la caridad con los pobres, pero los dejaban en su situación de pobres
La Teología de la Liberación aportó algo singular: reconocer la fuerza histórica de los pobres. Ellos comenzaron a tomar conciencia de que su pobreza no es querida por Dios, ni es natural, sino consecuencia de fuerzas sociales y políticas que los explotan para enriquecerse a costa de ellos, haciéndolos así pobres. Entonces, no son simplemente pobres, son oprimidos.
Contra toda opresión aparece la liberación. Concientizados de este hecho y organizados, constituyen fuerzas sociales capaces, junto con otras fuerzas, de cambiar la sociedad para que sea mejor, no tan injusta, opresora y desigual.
Los cristianos se inspiraron en la tradición del Éxodo (“oí el clamor de mi pueblo oprimido, y bajé a liberarlo”, Ex 3,7), en la de los profetas que, contra los opresores de los pobres y de las viudas, denunciaban a las élites dominantes y a los reyes (Isaías, Amós, Oseas, Jeremías), haciendo decir a Dios: “misericordia quiero y no sacrificios; buscad el derecho, corregid al opresor, haced justicia al huérfano y a la viuda” (Isaías, 1,17), pero principalmente en la práctica del Jesús histórico que estaba siempre claramente del lado de la vida sufriente, especialmente de los pobres, de los enfermos, de los marginados, de las mujeres, ejerciendo una práctica verdaderamente liberadora de los padecimientos humanos. Les anunciaba el proyecto de Dios, una revolución absoluta: un Reino de amor, de paz, de perdón, de compasión y también de dominio sobre la naturaleza rebelada.
Esta es la base de la teología de la liberación. Marx no fue nunca padre ni padrino de este tipo de teología, como muchos la acusan todavía hoy. La teología de la liberación se fundamenta en la tradición profética y en la práctica del Jesús histórico. No olvidemos que él fue juzgado, condenado y levantado en una cruz por los religiosos de su tiempo, asociados con el poder político romano, a causa de la libertad que se tomaba ante las leyes opresoras y la imagen de un Dios vengador. Puso
todo bajo la criba del amor y de la misericordia. Si no servían al amor y no llevaban a la misericordia él rompía con costumbres y tradiciones que pesaban sobre la vida de todo el pueblo.
La Teología de la Liberación dio un voto de confianza a los pobres, considerándolos protagonistas de su propia liberación y actores en una sociedad como la nuestra que crea más y más pobres y vergonzosamente los desprecia y los relega a la marginalidad. Ella se funda sobre la explotación de las personas, sobre la competición y no sobre la solidaridad, y sobre la depredación irresponsable de la naturaleza y no sobre su cuidado.
La experiencia que hicimos es exactamente la narrada en el libro del Eclesiastés: los pobres son sabios, nos enseñan, pues su saber está hecho de experiencias; hacemos un intercambio de saberes, entre el nuestro científico y el experiencial de ellos y así sumamos fuerzas. Descubrimos que cuando se organizan en comunidades, en movimientos, y participan como ciudadanos en partidos que buscan la justicia social, revelan su capacidad de presión y hasta de imponer trasformaciones sociales.
¿Pero cuáles son los políticos en los parlamentos y los pocos gobiernos que los escuchan y atienden sus reivindicaciones? Generalmente sólo se cuenta con ellos cuando hay elecciones, para seducirlos para sus proyectos, por lo general ficticios.
Voy a contar, no sin cierto apuro, lo que pasó conmigo. El gran filósofo y jurista Norberto Bobbio de la Universidad “degli Studi” de Turín quiso honrar a la Teología de la Liberación, concediéndome el título de “doctor honoris causa” en política. Sectores del Vaticano y el cardenal de Turín ejercieron una fuerte presión para que ese evento no se realizase, lo que irritó sobremanera al filósofo-jurista Bobbio. El evento se realizó con su presencia, ya mayor y enfermo. En el diploma universitario se leía: “La personalidad del franciscano Leonardo Boff se destaca tanto en la investigación en ciencias políticas y teológicas, como en el compromiso ético y social. Sus escritos y su reflexión, altamente originales y movidos por una pasión cívica, están en el centro de un debate político y eclesiástico fervoroso en el mundo contemporáneo”. El 27 de noviembre de 1990 me fue concedido el título mencionado.
Norberto Bobbio quedó tan impresionado con el discurso que pronuncié como agradecimiento al título, que comentó: “Nosotros, los de la izquierda, teníamos que esperar a un teólogo para recordarnos que los pobres son sujetos de la historia” (cf. M. Losano, Norberto Bobbio: uma biografia cultural, E. Unesp 2022, pp 460-463).
Para mí era la confirmación de la verdad de la historia del Eclesiastés: tenemos que oír a los pobres (por su causa me honraron con el título) que antes de leer las letras, leen el mundo con acierto. Sin la sabiduría de ellos y la de los pueblos originarios no salvaremos nuestras sociedades ni tampoco evitaremos las catástrofes de nuestra civilización.
*Leonardo Boff ha escrito Brasil: concluir la refundación o prolongar la dependencia, Vozes 2018; La búsqueda de la justa medida: cómo equilibrar el planeta Tierra, Vozes 2023.
Traducción de MªJosé Gavito Milano