Columnas‏Notas Importantes

Se lo tragó el destino

// Del Tintero //

Fidencio Treviño Maldonado

Marzo 24 de 2018

 

 

Jacinto Patricio Jaimes, así se llamaba, tal vez se llame aun o al menos así lo conocí y decía que en sus apellidos llevaba dos nombres de los que presumía. No pasaba de medir uno cincuenta y tantos centímetros yo le llamaba ” Chaparro”, tenía el cuerpo perfecto para ser un hockey, corredor de caballos, no creo que pasaba de cincuenta kilos. Él ansiaba conocer el árbol llamado mezquite o como lo conocemos en algunas regiones del norte, “Chaparro” ya que en la sierra del Estado de Guerrero no hay esa clase de vegetación. –Vengo de ordeñar unas florecitas que se dan por ahí–me decía cuando bajaba de Los Llanos, del Piloncio, de Puerto Gallo, de San Vicente de Jesús o del Quemado entre otras comunidades de esa serranía, llevando consigo en un pequeño morral despintado de ixtle un frasco mediano de los usados de nescafé casi a medio llenar de goma de amapola. Al Chaparro lo conocí en los años de 1968 y lo traté hasta 1970, en Rio de Santiago, en la sierra cafetalera de Guerrero, Patricio Jaimes era de un caserío cerca de Chilapa, Gro. nunca fue a la escuela, su familia trashumante (Conocidos como Chantes en esos lugares) se dedicaba a la recolección de café, corte de caña, de tabaco entre otros cultivos y de niño fue abandonado o se perdió entre los cultivos y plantaciones de papaya, piñas, coco y café, una boca menos que mantener para esa prolífica familia. Vivió su niñez y adolescencia como Dios y la naturaleza le dio a entender y, a pesar de su escuálida figura hizo trabajos en aserraderos clandestinos, recolectando, secando y empacando mariguana o goma de amapola con grupos de narcos o con simples cultivadores. De pronto desaparecía y aparecía en el poblado después de semanas o meses-¿ Dónde andabas o dónde estabas escondido ..? le pregunte muchas veces –El chaparro me contestaba contando historias inverosímiles, fantasiosas arrancadas de un libro de ciencia ficción–Jui a dejarle bastimento y cartuchos a la gente de arriba ( se refería Lucio Cabañas ) me decía muy serio, me contaba que andaba ordeñando goma o secando y empaquetando hierba, otras veces muy despacio y calmado me contaba que lo habían apañado vendiendo hierba a unos turistas en la Costera, Miguel Alemán, en Acapulco y que estuvo en la sombra por algunos meses, otras veces peló he hirió o ni siquiera supo si mato al rival por una pelea de gallos ya que para manejar la guaparra ( machete ) pocos como él.

Tenía por costumbre andar sólo, sin “zancas” como se les dice a los amigos o compañeros. Un día le llego cupido y se apareció con Rebe, una morenita, delgada, bajita como él, de pelo y ojos muy negros, del lado de San Jerónimo–profe ya me voy a silenciar ¿ Cómo la ves?–me parece muy bien y me ofrecí a pagarle el juez civil en Atoyac para que se matrimoniara–cuando escucho esto se quedó un momento serio y con la mirada en el suelo me contesto –Mira  (siempre me hablaba de tú ) yo puedo pagar eso y más y no quiero que te ofendas por eso, pero el hombre debe de ser desde el principio responsable– y antes de que terminara le quite la palabra y le conteste que me parecía muy bien, lo que decía y lo que hacía.

El chaparro siguió en lo mismo, vivía a veces con Rebeca en cualquier comunidad o caserío y después desaparecía. En esos tiempos los caminos y veredas de la sierra fueron sembrados de retenes por parte de el ejército y “el Chaparro” los evadía como sólo él sabía, hasta que un día, junio 1969, temporada de lluvias en la sierra, en una comunidad o pequeño ejido, San Andrés, cerca de Atoyac, sin previo aviso una patrulla de soldados detuvo la camioneta que la hacía de camión en esa sierra y de nuevo, pero ahora por el ejército, el Chaparro fue detenido, esposado y montado en el camión del ejército. La cuesta tenía un ángulo de ciento diez grados y una profundidad de más de cien metros, al fondo uno de tantos arroyos que con la esmeraldina vegetación eran casi imposible verlo. Esposado, pero con los pies libres en pleno movimiento del camión verde olivo, Jacinto dio un brinco y se lanzó al reliz entre la verde maleza, este acto los tomo por sorpresa a la partida, incluyendo al teniente que viajaba en la cabina, quien alcanzo a hacer disparos, cosa que también llevaron a cabo los soldados, sólo que la maleza se lo trago dejando atónitos y sólo mirándose entre ellos como queriéndose exculpar de lo acontecido, nadie de la patrulla de soldados pudo bajar cuando menos unos 10 metros de ese reliz tan empinado y ni por donde rodear para llegar al fondo.

Él mismo platicaba sus aventuras y recuerdo que estando en la fonda de Don Dimas y Doña Socima, en el poblado de Rio de Santiago, la mera sierra cafetalera de Guerrero, como era su costumbre muy serio me dijo,–quiero que le digas al profe Chendo que me componga una canción cuando me maten por ahí–¿ Será un corrido, el que tu quieres que Rosendo te componga.?, ándale eso–me contesto, se refería al juglar de la sierra, Rosendo Radilla a quien en esos años ( 1974) una partida de soldados lo desapareció en esos mismos lugares y quien fue por años el juglar o trovador de la Sierra Cafetalera. Una tarde de lluvias en esa región, por el lado de los Llanos me encontraba vacunado unas vacas y en el jacal se me acerco y saludo a muchos conocidos y no era raro que la mayoría de los presentes y quienes ayudaban o sujetaban a los animales estuvieran armados, él Chaparro, muy quedo me dijo–Mira si acaso tienes un pendiente por ahí, yo con gusto lo arreglo, tu nomas me dices–de pronto no supe que contestar y él lo noto, mi contestación fue rotunda al decirle que no y que no me volviera a mencionar eso.

Lo último que supe del Chaparro fue que, en Puerto Gallo, en una discusión por una pelea de gallos fue herido por un arma de fuego y que era padre de un hermoso niño, esto me lo contó Luciano Baylón, quien lo conocía muy bien y ocasionalmente lo ocupaba en sus labores, también supe que le cuidaba los gallos a Don Luis Torreblanca, en San Geronimo, poblado de la Costa Grande de Guerrero y padre de Zeferino Torreblanca quien después fue gobernador del Estado de Guerrero.

Jacinto El Chaparro, fue una más de las victimas que provoco y siguen promoviendo nuestro sistema de gobierno; La violencia. sobre todo en un Estado como Guerrero en donde el analfabetismo, la explotación de todos los recursos, los terratenientes y su gente es común  en el uso y costumbre, sin servicios de ninguna índole, sólo con el acceso a la siembra de Amapola, de mariguana, mientras los monopolios están repartidos entre  caciques, uno en la tala de madera, otro en el café, en la Copra ( coco y sus productos), el tabaco, la piña, y otros productos del mar está en manos de dos o tres personas de estos monopolio acaparadores de muchos productos.

Jacinto se difumo, fue uno más del ingrato sistema, un paria, de los desprotegidos de todo, de los desarraigados de su propia tierra,  aquellos que ni siquiera son merecedores de una acta de nacimiento, a los que ni la independencia, la guerra de reforma o la revolución les hizo justicia ¿ dónde quedaron su esposa Rebeca, su hijo y él..? son misterios inescrutables como la tierra en donde este hombre nació, creció, vivió y sólo eso conoció, para “El Chaparro” fue o sigue siendo su mundo y como él decía y estaba decidido –Mira, algún día voy a quedar en una guapeada– ” guapeada en esas tierras es un pleito, entre malias, es decir gente valiente.; kinotre@hotmail.com

Mostrar más
Back to top button