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El ser social saltillense

Horizonte ciudadano

Rosa Esther Beltrán Enríquez
Julio 25 de 2017

Primero que nada, felicitaciones a los más de 800 mil habitantes que compartimos este  territorio de la capital coahuilense.  Ese compartir, primero un territorio y luego el conjunto de instituciones y formas de comunicación que nos dan identidad, de ahí  es que emanan y se construyen las prácticas sociales, la relaciones de empatía con quienes pertenecen a esta colectividad; 440 años de estar creciendo y construyendo esta ciudad que ha transitado por cambios fundamentales, de ser ciudad de intercambio comercial agrícola y ganadero al fundarse, ahora es parte importante de la economía de la sociedad globalizada y multicultural.
En estas páginas se han descrito algunos de los rasgos que distinguen a los saltillenses: personas cerradas; yo llegué a Saltillo hace 50 años y mis padres echaron de menos de inmediato la calidez y hospitalidad de la sociedad de la que proveníamos y resintieron la frialdad y el desapego de la mayoría de la gente local; los estratos sociales eran muy marcados, existía una “aristocracia” que tomaba distancia de los sectores sociales bajos en los estábamos.
Mi padre se extrañaba de que algunos vecinos no daban ni respondían a los buenos días y no levantaban la cabeza ni te miraban a los ojos, usted puede no creerlo, pero eso sucedía el siglo pasado, hace 40 años ó más y me parece que la herencia tlaxcalteca, que vivió el esclavismo, algo tuvo que ver en el carácter social y cultural en extremo introvertido; entonces, el Grupo Industrial Saltillo (GIS) era casi monopólico en la ciudad.
En la segunda mitad de los setentas la economía saltillense da un vuelco, la llegada de la industria automotriz con la General Motors a la cabeza y después un conjunto de maquiladoras que ensamblaban partes para ella fue el despegue, llegaban grupos de profesionistas extranjeros, algunos se establecían en la ciudad con su familia.
No tardó en llegar la Chrysler, ambas empresas ocuparon a miles de obreros y profesionistas que impulsaron a universidades y una gama de profesiones que estimularon la movilidad social y cambiaron la estructura socioeconómica local.
El perfil “cerrado” de la población comenzó a modificarse y algunos de los rasgos peculiares de la población han cambiado, por ejemplo, algo inusual en la primera mitad del siglo 20, cuando se las estigmatizaba, las jefas de hogar, mujeres que además de ser madres sostienen a su familia, en Saltillo son 37,230 hogares (Inegi, Censo de Población y vivienda); mujeres profesionistas universitarias; hombres solteros que viven solos, libertad sexual que acarrea la maternidad infantil; uso indiscriminado de los métodos de control natal para mujeres y hombres; los hombres carecen de responsabilidad al embarazar a mujeres o niñas y abandonarlas a su suerte, aunque este es un comportamiento generalizado en este país; la diversidad religiosa se ha incrementado; en fin, la enumeración no es limitativa. 
El conservadurismo saltillense todavía es notorio, pero los jóvenes van imponiendo modas y modos. La pasividad y apatía saltillense se nota en muchos comportamientos, la gente sigue siendo irresponsable y no le importa tirar basura en la calle ni desperdiciar el agua, tampoco se preocupa por contribuir a la forestación y el cuidado del medio ambiente por lo que se ve que falta mucha educación en estos aspectos.
El multiculturalismo ha permeado a la sociedad saltillense. Me pareció muy certera la publicidad de las autoridades municipales que difunde: “SALTILLO 440. SOMOS MIGRACIÓN”. Es cierto, porque aquí no hubo etnias autóctonas, las que existieron en el territorio eran nómadas.

Saltillo, gracias.

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