Columnas‏

Freno a la exclusión

 

UAdeC

Horizonte ciudadano

Rosa Esther Beltrán Enríquez

20 de junio de 2014

 

En Saltillo hemos tenido una hermosa semana, con un clima ideal y la visita invaluable de la lluvia que propicia paisajes de esplendor en nuestras lindas montañas; disfrutemos el fin de la primavera y la llegada del verano.

De nuevo, esta semana los jóvenes que fueron rechazados en la UNAM y el Instituto Politécnico Nacional se manifestaron en las calles del Distrito Federal para exigir la instalación de una mesa de negociación para resolver el problema anual de los rechazados de las universidades públicas.

Los manifestantes se  sumaron a la convocatoria del Movimiento de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior (Maes), organización que negocia ante la Secretaría de Educación Pública para que se garantice el derecho a la educación media superior y superior pública, gratuita y de alto nivel académico para todos los jóvenes que lo soliciten y que hayan concluido el nivel inmediato anterior.

Los jóvenes del Maes también reclaman que se aumente la matrícula y se construyan nuevas universidades que ofrezcan educación de excelencia  en las instituciones de educación superior; que se cancele el examen de admisión como requisito para el ingreso y se instaure un nuevo procedimiento en base a la justicia y la equidad y también que se aumente el presupuesto para este nivel educativo.

Es trágico que cerca de 200 mil aspirantes a la educación superior sean rechazados tan solo en el Distrito Federal. Pero también en la Universidad Autónoma de Coahuila, ya es tradición que el 50 por ciento de los aspirantes que presentan examen de admisión finalmente quedan fuera,  son más de 10 mil los rechazados.

Lo que queda perfectamente claro es que las universidades están desubicadas, se han desentendido de su  responsabilidad social, han dejado de lado que son actores sociales que deben contribuir a transformar y a hacer este país más humano y más fuerte,  pero ahora sólo buscan formar profesionistas y no ciudadanos y esa es una anomalía dentro de la vocación universitaria.

Por desgracia, el mercado ha tocado muy profundamente a las universidades y lo que toca el mercado, que es absoluto y feroz, lo descompone. Con la instalación en el poder de los gobiernos neoliberales, la educación superior se ha convertido en un elemento que acentúa la desigualdad social: mala educación para los sectores vulnerables y buena educación para los acomodados. Estas nuevas reglas que ha impuesto el mercado, han hecho que se oscurezca el sentido último de las universidades y éstas voltean hacia la nada para no hacerse responsables de buscar una mínima solución ante la de­sesperación y el desasosiego de millones de jóvenes que sucumben en busca de estudio o trabajo.

Las universidades públicas están inmovilizadas y siguen sin pronunciase en torno al modelo de educación que requiere el país y sin generar una oferta académica que responda a las nuevas necesidades de la sociedad y del mercado, en la mayoría de los casos se conforman con ser fábricas del el desempleo.

Las universidades públicas están abstraídas, hundidas en su catástrofe, se mantienen como en un autismo institucional, alejándose de la esencia de la autonomía universitaria que antaño se expresaba como una legítima inteligencia colectiva, como generadora de una masa crítica y de una cultura contestataria y un faro que hacía valer la verdad y la libertad del pensamiento.

Es cierto que las universidades públicas enfrentan apremios financieros a causa de las inequidades en la asignación del subsidio federal y estatal por alumno, así como pasivos financieros acumulados a causa de la rigidez de los esquemas de pensiones y jubilaciones e igualmente procesos de lenta renovación de la planta académica, además de trabajar con salarios bajísimos, pero hacen poco o nada para ofrecer alternativas a los aspirantes a una carrera de educación superior y poner freno a la exclusión.

Posdata

¿Qué regresa el gran cínico? El PRI de Peña Nieto es capaz de todo. Si convirtió el Pacto por México en un Pacto contra México, que permita el regreso de Humberto Moreira será peccata minuta.

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