Pensionissste y la falla de mercado del sistema Afore
Gustavo Leal*
Según Alejandro Turner, vocal ejecutivo de Pensionissste, el Sistema de Administración Privada de los Fondos de Pensiones (Afore), que inauguró Ernesto Zedillo en 1995 con su reforma a la Ley del IMSS, acusa una falla de mercado que merma en forma significativa los recursos que recibe un trabajador cuando se retira.
Para Turner, la falla es la falta de información del trabajador sobre el rendimiento que genera su ahorro y la comisión que debe pagar al administrador. Y pone un caso: pensemos en dos personas que empiezan su vida laboral el mismo día, cotizan a la seguridad social durante el mismo tiempo y con el mismo salario y también se jubilan el mismo día. Quien eligió la afore que cobra la mayor comisión y paga el menor rendimiento obtendrá una pensión de 5 mil pesos. El que optó por la que tiene la menor comisión y paga el mayor rendimiento, 20 mil pesos. ¡Magazo! Turner insiste en que no hay información suficiente al público sobre este tema y que es una falla del sistema.
¿Quiere decir que si estuviera informado podría saltar por encima de la falla? ¡De ninguna manera! Esa merma en absoluto resuelve los problemas de diseño de la reforma de Zedillo que se traducen en pensiones de apenas 30 por ciento del último salario devengado.
Ya desde 2005 se documentó que un trabajador con vida laboral de cuatro décadas y que haya cotizando al IMSS cerca de 22 años apenas aspiraría a una pensión equivalente a 25 por ciento de su último salario al momento del retiro. ¿Por qué? Sencillo: la tasa de densidad de su cotización sólo sumaría 56 por ciento. Entre otras fallas, la ley Zedillo soslayó la precariedad laboral, los bajos sueldos, el empleo informal y los periodos de desempleo que impiden a los trabajadores completar los aportes indispensables para alcanzar una pensión digna. El diseño de esa reforma no vinculó adecuadamente el sistema de ahorro con la realidad del empleo que incluye trabajadores que por ganar poco pueden aportar poco y, por tanto, no alcanzarán esa dignidad en su pensión. Por ello, el modelo Afore, al no incorporar el impacto negativo de la densidad de la cotización, ni su efecto en la carrera salarial, proyecta a sus afiliados saldos inexactos que a mediano y largo plazo están fuera de lo real y posible.
Ese fatídico sistema de cuentas individuales, que Calderón extendió a los trabajadores de nuevo ingreso al Issste (2007) y posteriormente a los del IMSS y CFE (2008), no garantiza ni 20 por ciento del último salario devengado: cuatro mínimos, incluso considerando las aportaciones del SAR92. ¿Por qué? Por los supuestos irreales del modelo: movilidad salarial, efecto de las comisiones, tasas de interés y nivel de los rendimientos.
El problema son esos supuestos, a lo cual hay que agregar –como corazón del asunto– la propia naturaleza de las cuentas individuales, su estructura de comisiones y la intermediación financiera innecesaria que representan. El problema es esa modalidad mexicana de la capitalización individual que, a diferencia de otras –como la sueca–, representa un riesgo patente de que no proveerá pensiones dignas.
Otros ejemplos. Por la baja aportación y la comisión promedio, una persona que ha cotizado durante 30 años y gana 44 mil 850 pesos mensuales y obtiene aumentos salariales de 3.72 por ciento anual, alcanzaría solamente 13 mil 886 pesos de pensión: 15.46 por ciento de su último salario. Un trabajador con mil 794 pesos de remuneración y mismas condiciones que el anterior, apenas lograría una pensión de 934 pesos: 26.05 por ciento del último salario.
Así que el asunto no se resuelve con más o menos información. Es un problema estructural de la ley Zedillo que urge reformar. La falla de mercado” de Turner –conocido por haberse desempeñado como actuario autorizado para dictaminar planes de pensiones ante la Consar– sólo atiende el impacto de las comisiones sobre el nivel de la pensión, no el fracaso estructural de la ley Zedillo.
Pero Turner no menciona que en Bolivia, Colombia, El Salvador, Bulgaria, Estonia, Hungría, Kazajastán, Polonia y Eslovenia se han tomado acciones para evitar que las comisiones mermen la pensión. Ahí funcionan regulaciones que obligan a que éstas no sean mayores a las que cobran las sociedades de inversión o crean subastas de paquetes de afiliados para entregarlos a la que ofrezca la menor comisión. Otra vía, usada en Suecia, es que los administradores garantizan un rendimiento mínimo y si no lo alcanzan, no cobran comisión.
Además, Turner declara que toda vez que el nivel de la comisión del Pensionissste es la más baja del mercado –0.99 por ciento–, no sólo se beneficiarán sus usuarios, sino también los trabajadores que encargaron su ahorro a las afore privadas. Pero ¿cómo, si cuando lo único que cambia es el impacto de la comisión pero en absoluto la falla estructural incrustada en la modalidad mexicana de capitalización individual?
Lo que Turner aún no empieza a explicar es el alto costo fiscal de la igualmente fracasada reforma de Calderón al Issste, así como la escasísima atracción que tuvo Pensionissste (noviembre, 2008) en el universo de los trabajadores del Apartado A, lo cual ha terminado de hundir la reforma. Ahí la falla sí parece darse por falta de información.