Coahuila

Enrique Martínez y Morales, linaje de ratas

Juan Monrreal López.

Octubre 18 de 2008.

Como la memoria histórica de muchos de nosotros no alcanza a recordar los abusos de quienes nos pretenden gobernar,- en realidad servirse del poder público -, Demócrata Norte de México recupera este texto divulgado en su número 89 del 31 de agosto del 2003.

El fin; que los ciudadanos coahuilenses ubiquemos al “mártir” del servicio público, Enrique Martínez y Morales (EnMyMo), quien desde su debut en el poder gubernamental dejó constancia de saber al dedillo como desviar recursos públicos para sí y sus amigos, al igual que lo hiciera su abuelo, Enrique Martínez y Martínez, – ex tesorero municipal de Saltillo -, tanto como su padre, también de nombre Enrique Martínez y Martínez, – ex gobernador del estado-, conocido como MaryMar.

Debutado en la vida pública como recorta periódicos en las oficinas de la Presidencia de la República, con la protección de Liébano Sáenz y bajo el calor de Federico Berrueto Pruneda, Martínez y Morales (MyMo) regresó a Coahuila para ocupar la Dirección General del DIF, con la fuerza del poder autocrático de su padre, Enrique Martínez y Martínez.

Impuesto en contra de la Ley de los servidores públicos, que el propio MaryMar había firmado cuando fue Secretario de gobierno; el 13 de noviembre del 2000, Enrique Martínez y Morales (EnMyMo) fue impuesto en la oficina asistencial más importante de la administración tan sólo porque, “para mí, el DIF es una cuestión familiar”, dijo el déspota y nepotista Martínez y Martínez, desde las oficinas del Palacio Rosa de Saltillo.

Martínez y Morales, es ahora candidato a la diputación del IV Distrito local y ha dicho que será diputado, porque, “tenemos más experiencia, más preparación y tenemos más trabajo político”, sin recordar que salió huyendo de las oficinas del DIF Coahuila, que su papaíto le dio, cuando las cuentas públicas de la institución le restregaban la truhanería con la que dirigió esa dependencia. Todo el dinero al servicio de su grupo de amigos pirrurris; sólo algunas “cobijas para los pobres”.

Acompañado por miembros de su pandilla en las otras circunscripciones con asiento en Saltillo; 4 de los candidatos de los distritos electorales, son martinistas de pura cepa, con una carrera en la vida pública llena de actos en contra de los intereses comunes de la mayoría de los coahuilenses.

En el Distrito II, Luis Gerardo García Martínez, es hijo de Irela Martínez y Martínez, hermana de Enrique Martínez, el ex gobernador. Él, al igual que su tío MaryMar y su madre Irela, se han beneficiado con operaciones inmobiliarias usando el poder del estado, incluso construyendo infraestructura con dinero público en sus propiedades.

Su madre, es como su tío, uno de los depredadores de los mantos freáticos del Valle de Cuatrociénegas. Es primo hermano de Enrique Martínez y Morales.

Distrito III, Hilda Flores Escalera, fue diputada en la LVI Legislatura, por el II Distrito. Como funcionaria del gabinete de MaryMar y posteriormente como diputada, fue encargada de atender el asunto Peñoles; consistente en el envenenamiento de más de 35 mil niños con el plomo emitido por la empresa en Torreón, Coahuila.

Su participación en el asunto Peñoles, fue catalogarlo como de “dimes y diretes entre laguneros”. Y eso que era miembro de la Comisión de la Defensa de los Derechos Humanos y de los niños.

Los niños envenenados siguen en la ciudad, pero ahora ella quiere repetir de legisladora.

Distrito IV, Enrique Martínez y Morales, de él saldrá su historia publicada por Demócrata Norte de México.

Distrito V, Francisco Tobías Hernández, quien fungió como director de asistencia social del DIF Coahuila, bajo el mando de Martínez y Morales.

Después fue Secretario particular de Humberto Moreira en la presidencia municipal de Saltillo y en la gubernatura del estado

Fue de los depredadores del DIF Coahuila, en la época que lo dirigió Enrique Martínez y Morales.

Iniciamos esta serie, que retratará a una de las familias que mayormente se ha enriquecido con el uso del poder público institucional en la Historia de Coahuila, fortuna que los catapultó de simples embalsamadores de cadáveres y enterradores de cuerpos, a una de las familias “bonitas” de Coahuila.

MaryMar, al igual que su padre, aspira a construirle una carrera en el servicio público a su júnior; anhela que Martínez y Morales, siga potenciando sus peculios con el uso autocrático del poder público.

Las Ratas comienzan a huir

Enrique Martínez Morales fracasó en el DIF Coahuila

*Igual que su padre, realizó desvíos millonarios en su debut público

Juan Monrreal López
Agosto 31 de 2003

La renuncia de Enrique Martínez Morales al frente del DIF Coahuila, algo dejó en claro; el fracaso de la decisión nepotista del autócrata estatal Enrique Martínez y Martínez; a la vez que simboliza la retirada de este grupo del dominio público de Coahuila.

Sin más, el 28 de abril, el cachorro, al que, “las lágrimas le resbalaban” cuando ofrecía cobijas a los más necesitados del estado, se retiró de la administración.

Huyendo, deja tras de sí, desvíos millonarios, sin que nadie lo llame a cuentas. Su carta de impunidad: ser hijo del ejecutivo más corrupto de Coahuila.

Incapaz de sofocar las pretensiones de sus íntimos, al igual que su padre; Enrique Martínez y Morales destinó desde el DIF Coahuila, sumas millonarias para los salarios de sus inseparables de estos tres años; sueldos que constituyeron montos superiores a los fondos aplicados a los programas de la institución.

Una somera revisión de la cuenta pública ejercida por el primer vástago del estado, arrojaría las cínicas cifras que este júnior destinó al gasto corriente y no a paliar la miseria extrema que ha crecido en Coahuila, desde que su padre, Enrique Martínez y Martínez, usufructúa la investidura de ejecutivo estatal.

Los algodones protectores con los que fue rodeado Martínez Morales, sólo por ser el capricho de su progenitor de nada le sirvieron; como esperamos de nada le valdrán al momento de auditar el dinero público que ejerció.

Con todo, su capital no alcanzará a modificar la historia real de su debut en la vida pública; cuentas de suciedad. Balances de lodo.

Lo que también quedo cierto, es que Martínez Morales reveló la noción que tiene de la administración pública; depredar el dinero social, en aras de los neo funcionarios que lo acompañaron en el encargo que su papi le confirió por designación real.

El nombramiento del júnior Enrique Martínez, nació viciado de origen, los resultados no tendrían porque ser distintos.

Sin experiencia en el régimen gubernamental, hasta antes de su nombramiento en la dirección del DIF Coahuila, sólo había servido como recorta periódicos en las oficinas de Federico Berrueto Pruneda, quien a la sazón trabajaba en la presidencia de la República como asesor.

La designación de Martínez Morales, en el DIF careció de ética. El puesto se le otorgó violando la Ley de Responsabilidades de los Servidores Públicos del estado. Quebrantando la Ley, – que el propio Martínez y Martínez firmó en abril de 1984, cuando fue secretario de gobierno -, el autócrata coahuilense sintetizó su autoritarismo con esta designación en noviembre 13 del 2000.

Retador, en aquellos días, MaryMar dijo a los medios, que por encima de todo, estaba su decisión. El calificativo que se le otorgara al nombramiento de su retoño indicó, “llámenlo como quieran…para mi, el DIF es una cuestión familiar”.

Efectivamente, por encima del interés público siempre estuvo y está en esa familia, el interés de clan. Incluido el patrocinar con dinero oficial, la carrera política de sus descendientes. Pero esto sólo es una muestra.

En tres años de gobierno martinista, es ya explícito que no sólo el DIF, es patrimonio de esta ralea, es la administración toda.

Nominado con bombo y platillo el 13 de noviembre del 2000, Enrique Martínez Morales, – este altruista mendaz, quien confiesa lo emocionante que es matar venados y pilotar aeronaves de menos de 5 mil 700 kilos -, recibió de manos de su progenitor el nombramiento como Director general del DIF.

Entró por la “puerta grande”, dijeron sus amigos pirrurris. Tan ancha como cuestionada que obligó al autocrático de su padre a defenderlo por todo el estado.

Aquí en La Laguna, al déspota de MaryMar le dedicó toda una rueda de prensa para tratar de aplacar los brotes de inconformidad.

Ahora, como los ladrones, el orgullo del nepotismo de Martínez y Martínez, salió por la puerta trasera de la administración; mucho antes que los coahuilenses se enteren de los desvíos millonarios que realizó en contra del DIF. En perjuicio de los más pobres.

Por eso, el 28 de abril, ante el Secretario de gobierno, Raúl Sifuentes Guerrero, le notificó que dejaba el despacho del DIF para estudiar una maestría en administración impartida por el Tecnológico de Monterrey y la Universidad de Texas.

Para esa fecha, habían quedado atrás los desgarres de vestiduras cuando desembuchó que quería servir a los que menos tienen.

Con alzhéimer prematuro, Martínez Morales evadió las declaraciones plañideras que vomitó hace tres años. En ese tiempo alegó querer servir hasta el final de la administración a los más jodidos de Coahuila. Pero sin más, se fue.

Por fortuna la verborrea de este júnior se encuentra asentada en papel.

Como olvidar que en la vorágine de la asunción al DIF nos hizo colosales concesiones.

Este vano, nos donó su sueldo. En aquellos días precisó que tenía pocos gastos. Que no tenía novia y que aun vivía con sus padres.

Pero a Enrique Martínez Morales, se le olvidó mencionar que con un solo acto de despojo de su tata, – de los muchos que ha cometido en contra del patrimonio de los coahuilenses -, no tienen necesidad de cobrar ninguno de los miembros de su tribu; su padre Enrique Martínez y Martínez, nos cobró por adelantado desde 1977.

A partir de allí, los cobros por anticipado siguen. Tanto que tiene aseguradas a sus futuras generaciones.

La renuncia de Martínez y Morales era esperada. Incapaz, inmaduro, pero sobre todo ambicioso, huyó para protegerse. Las relaciones de poder de su papito se desmoronan. Enrique Martínez fue inútil para construir un amplio bloque de poder.

Querer manejar todo como los monarcas, es ser autócrata. Así son los espacios del clan Martínez y Martínez. Un mundo cerrado donde creció el júnior. Por eso, sus yerros comienzan a revertírsele. Además, sus funcionarios distan mucho de ser eficientes en la encomienda pública, como se sabe, son un auténtico cártel de delincuentes sin sentencia, ansiosos por enriquecerse.

Ahora, con un oligarca diezmado, la mejor protección es huir; por eso se va Martínez y Morales. Por lo mismo, buscaron un oficioso que cubra las manchas de los desvíos millonarios perpetrados contra el DIF. Ya lo encontraron. El solícito se llama, Raúl Ortiz Flores, ex Director ejecutivo del voluntariado de Coahuila. Tiene dos años y medio para lograrlo. El tiempo está corriendo.

Es éste, entre otros, el trasfondo de la huída del primer júnior del estado. Además, su patriarca Enrique Martínez, – quién dice querer la más grande del país -, se encuentra maniatado por los gruesos expedientes que posee el gobierno federal, acerca de sus ilícitos. Por ello, mejor huir. Pero también, arrojar tiempo y tierra sobre su paso por el DIF.

Sin embargo, esto no para allí. Pésimo político, en realidad cacique pueblerino Martínez y Martínez, sabe la insignificante presencia que mantiene en el PRI nacional.

Su apuesta a favor de Francisco Labastida primero; luego su apuesta a la candidatura de Beatriz Paredes a la dirigencia del PRI, junto a la persecución de los madracistas coahuilenses, expusieron ante Roberto Madrazo, que este ejecutivo estatal es su contrario político.
Así, sin una política de alianzas, MaryMar sólo apuesta a ganar en Coahuila por cualquier vía; por el PRI o por el PAN. De allí que no será extraño que apuntale a los candidatos blanquiazules, como en las elecciones federales pasadas.

Esta es la apuesta. Salvar el pellejo político a como dé lugar.

Es en este contexto donde debe ubicarse la fuga de roedor del primogénito de Martínez y Martínez.

Cínico, sin aclarar números, sin rendir cuentas a la sociedad, digno clon de su autócrata padre, Martínez Morales, se solazó en hablar en primera persona en su despedida del quebrantado DIF, dependencia manipulada por sus amigos como caja chica.

Desfachatado, este recorta periódicos ascendido a un segundo nivel de la administración pública de Coahuila, confesó descocadamente “el que respira, aspira”, a encontrar un lugar en el servicio público en el futuro.

Por lo pronto, el caprichito de Enrique Martínez y Martínez, ya nos costó varios millones de pesos que nunca llegaron a los más necesitados de Coahuila.

Por supuesto, ante la fuga de este neo funcionario, el Secretario de gobierno Raúl Sifuentes Guerrero, – quien por cierto quiere la más grande del estado -, alabó la actividad del pirrurris, aseverando que la participación de Martínez Morales al frente del DIF fue eficiente y talentosa.

Viniendo de Raúl Sifuentes, esto no sorprende, ratifica la política de los gamberros que hoy dominan la vida institucional de Coahuila.

Asombraría que el Congreso del estado no audite y llame a cuentas al insolente funcionario público que deja la administración sin ningún recato y sin entregar cuentas.

A ver quien le pone el cascabel al ratón.

Hasta nunca Enrique Martínez y Morales. Tú mejor aportación, jamás volver a la administración pública.

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