CoahuilaColumnas‏

Contra la infodemia

Horizonte ciudadano

Rosa Esther Beltrán Enríquez

Septiembre 17 de 2020

Hace casi 8 meses que llegó la pandemia a nuestro país y con ella la reclusión y también la infodemia, que es la propagación exponencial de información falsa, esa es continua y es inexplicable cómo la sociedad tiene la capacidad, al parecer inherente de crear mentiras continuamente.

Las redes sociales, la televisión, la radio y aún la prensa escrita han sido, en muchos casos, promotores del morbo y propagadores del miedo y la desinformación.

Las campañas de desinformación se han constituido en una amenaza para los propios medios de comunicación, la relación con la crisis COVID-19, la prevención y ‘las curas’ no comprobadas, incluidas las respuestas de los Gobiernos, las empresas y otros, existe un terreno fértil para que esas manipulaciones florezcan y crezcan.

Ante las recomendaciones de sobre exponerse a bajas temperaturas, tomar bebidas alcohólicas potentes, surgieron también otras mentiras en las que se aseguraba que los afrodescendientes y los jóvenes son inmunes al virus.

Una versión muy generalizada es la que asegura que el virus fue creado en un laboratorio. Quienes propagan esta teoría de conspiración presentan datos que podrían sonar plausibles -como que, en Wuhan, China, donde comenzó́ el brote, existe un instituto de investigación sobre virus- pero se trata solo de ciencia ficción.

Los estudios de la estructura genética del SARS-CoV-2 y de sus parientes cercanos demuestran tajantemente que no pudo haber sido producido artificialmente; y además nos muestran con detalle su evolución natural.    

Usar cubrebocas es inútil o peligroso”. Este mito parte del desconocimiento inicial sobre el mecanismo de transmisión del coronavirus. Pero rápidamente quedó claro que el uso generalizado y constante del cubrebocas por la mayoría de la población reduce la dispersión de microgotas de saliva que pueden contener el virus. Y aunque se ha demostrado que éste también se difunde como aerosol, estudios más recientes comprueban fehacientemente que si bien los cubrebocas no previenen totalmente la entrada del virus a las vías respiratorias, su uso correcto no solo evita la dispersión del virus desde los portadores, sino que protege en buena medida a quien aún no se ha infectado.

En conclusión: el uso masivo de cubrebocas puede reducir notablemente la tasa de infección en una población, hasta un 95 por ciento; oponerse a ello, con argumentos como su “incomodidad”, el “derecho” a no usarlo son más bien falsedades absurdas, como que: “produce acumulación de dióxido de carbono”. Negarse a recomendarlo es irresponsable.

Está demostrado: El uso prolongado de las mascarillas médicas, cuando se llevan puestas correctamente, no provocan intoxicación por CO2 ni hipoxia.

Se asegura que el dióxido de cloro es una cura milagrosa para el coronavirus. Es un engaño extendido que se basa en la ignorancia deliberada, porque el dióxido es un compuesto corrosivo y su ingestión, puede provocar daños graves al cuerpo humano, incluso en dosis pequeñas.  

¿Pueden los zapatos propagar el virus de la COVID-19? La probabilidad de que se propague con los zapatos e infecte a personas es muy baja. Como medida de precaución, es adecuada especialmente en hogares donde haya bebés y niños pequeños que gateen o jueguen en el suelo, considere dejar los zapatos a la entrada de su casa.

Está demostrado: Exponerse al sol o a temperaturas superiores a los 25C. no previene la enfermedad del coronavirus.

Puede contraer la COVID-19, por muy soleado o cálido que sea el clima. Se han notificado casos de COVID-19 en países cálidos. Para protegerse, lávese las manos con frecuencia y a fondo y evite tocarse los ojos, la boca y la nariz. Es importante ir contra los rumores informarse e ir contra la infodemia.

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