Internacional

La teología del dominio: refutando una falacia

Leonardo Boff

Marzo 15 de 2024

Está siendo discutido entre analistas políticos, en el seno de grupos neopentecostales, en gran parte bolsonaristas, el paso de la teología de la prosperidad a la teología del dominio. Estimo que el actual conflicto entre el Estado sionista de Israel y la Franja de Gaza con características de carnicería e incluso de genocidio de palestinos haya reforzado en Brasil este paso. Se sabe desde hace mucho tiempo que Benjamín Netanyahu es un sionista radical de extrema derecha que expresó su proyecto de restaurar Israel con las dimensiones que tenía, en su auge, en tiempos de David y de Salomón. Estos aprovecharan que sea em Agyto se en las potencias mesopotámicas había conflictos internos y por eso no podían guerrearse, para expandir el territorio de Israel. Pero duró poco por que vinieron los asirios y los llevaran al exilio. De ahí el apoyo de Netanyhau sin restricciones a la expulsión y a la colonización de los territorios de la Cisjordania, de población árabe musulmana.

La teología del dominio o el dominionismo nació en los USA en los años 70 del siglo pasado, en un contexto de reconstrucción cristiano calvinista. Como es sabido Calvino en el siglo XVI instauró en Ginebra un gobierno religioso extremadamente riguroso y violento hasta con pena de muerte. Sería un modelo para todo el mundo.

El dominionismo agrupa varias tendencias cristianas fundamentalistas, inclusive integristas católicos que postulan una política exclusivamente religiosa, de base bíblica, a ser aplicada en toda la humanidad con exclusión de cualquier otra expresión, considerada como falsa y por eso sin derecho a existir. Es la ideología totalizadora central para la derecha cristiana en el campo de la política y de las costumbres.

Veamos cuál es la base bíblica fundamental que sustenta esta teología. Se basa en el primer capítulo del Génesis. A decir verdad, en el Génesis hay dos versiones de la creación, pero se aprovecha solo la primera, que se refiere directamente al dominio. Veamos el texto:

“Dios dijo: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza para que domine sobre los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos y todos los animales salvajes y todos los reptiles que se arrastran sobre la tierra. Dios creó el hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó, macho y hembra los creó. Y Dios los bendijo y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y subyugadla, mandad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo lo que vive y se mueve sobre la tierra” (Génesis 1,26-29).

Este texto, así como está legitima todo tipo de dominación y ha servido a los desarrollistas de argumento para su proyecto de crecimiento ilimitado.

Sin embargo, ha sido leído de forma fundamentalista y literalista, sin tener en cuenta que entre nosotros hoy y el relato bíblico distan por lo menos 3-4 mil años. El sentido de las palabras cambia. Esos grupos no consideran lo que ellas significaban en la época en que fueron escritas hace miles de años. Desvelemos su significado en hebreo. Veremos que el texto, interpretado hermenéuticamente como debe ser, muestra la falacia de la teología del dominio. Ella representa un delirio paranoico, irrealizable en la fase del mundo plural y globalizado en el que nos encontramos.

El texto debe ser interpretado en la óptica de la afirmación del ser humano creado “a imagen y semejanza de Dios”. Con esta expresión, no se quiere en hebreo definir lo que es el ser humano (su naturaleza); al contrario, se quiere determinar lo que él, operativamente, debe hacer. Así como Dios sacó todo de la nada, el ser humano, creado creador, debe llevar adelante lo que Dios creó con benevolencia: “Dios vio que todo era bueno” (Génesis1,25). El significado original en hebreo de

“imagen y semejanza” (selem y demût) quiere decir que el ser humano es el representante y el lugarteniente del Creador.

Las expresiones “subyugar” y “dominar” deben ser entendidas, simplemente, como “cultivar y cuidar”. Pero vamos a los detalles. Para “dominar” usa la palabra hebrea radash (Génesis 1,26) que significa gobernar bien como el Creador gobierna su creación. Para subyugar emplea en hebreo el término kabash (Génesis 1,28), que significa actuar como un rey bueno, no dominador, que sabiamente mira hacia sus súbditos. Por eso el salmo 8 alaba a Dios por haber creado al ser humano como rey:

“Tú lo hiciste apenas inferior a un ser divino, tú lo coronaste de gloria y honra, le diste el dominio (kabash) sobre las obras de tus manos, sometiste (radash) todo a sus pies; las ovejas y todos los bueyes y hasta los animales salvajes, las aves del cielo y los peces del mar, todo lo que se abre camino por el mar” (Salmo 8,6-9).

Aquí, como en el Génesis 1, no hay nada de violencia ni de dominación: hay que actuar como el Creador, que obra con amor hasta el punto de decir en el libro de la Sabiduría que “creó todos los seres con amor y ninguno con odio, si no, no los habría creado… Él es el apasionado amante de la vida” (Sabiduría 1,24.26). Aquí se desvanece la base para cualquier teología del dominio.

Hay una segunda versión del Génesis (2,4-25) que es distinta de la primera y nunca ha sido referida por los representantes de la teología del dominio. En esta segunda, Dios saca a todos los seres del polvo de la tierra, también al ser humano, estableciendo con eso un lazo de profunda hermandad entre todos. Creó al hombre, que vivía en soledad. Entonces le dio una mujer, no para procrear, sino para ser su compañera (Génesis 2,23). Los puso en el Jardín del Edén, no para dominarlo, sino para “cultivarlo y guardarlo” (2,15), usando las palabras hebrea abad para arar-cultivar y shamar para guardar o cuidar.

Esta comprensión que pone a todos los seres sacados del mismo origen, del polvo de la tierra, y confía a la pareja humana la misión de cultivar y guardar, proporcionaría otro tipo de fundamento para la convivencia de todos los seres humanos con todos los demás seres de la naturaleza. Aquí no existe ninguna base para el dominio, al contrario, lo niega en favor de una convivencia armoniosa entre todos.

Este análisis, basado en el hebreo, es decisivo para dejar de apoyar una interpretación fuera de tiempo, fundamentalista, al servicio de un sentido político, excluyente y totalitario del dominio sobre los pueblos y sobre la Tierra, como si fuera el proyecto de Dios. Nada más distorsionado y falso. Por más que el fundamentalismo y la orientación de extrema derecha en política esté creciendo en el mundo, esta tendencia no ofrece las condiciones objetivas reales para prevalecer y constituir una única forma religiosa de organizar la política de la humanidad, una y diversa.

*Leonardo Boff, profesor de teología sistemática con acento en la teología bíblica. Véanse algunas fuentes entre tantas: Aubrey Rose (org.) Judaism and Ecology., N.York 1992; Ronald A.Simkins, Criador e Criação:a natureza da mundividência do Antigo Israel, Vozes1994 pp.158-160; James B.Martin-Schramm&Robert L.Stivers, Christian environmental Ethics, N.York 2003 esp.pp. 102-104; von Rad. Das erste Buch Mose, Genesis, Göttingen 1967.

Traducción de MªJosé Gavito Milano

Mostrar más
Back to top button