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Emma Goldman, una mujer extraordinaria

Horizonte ciudadano

Rosa Esther Beltrán Enríquez

Abril 29 de 2021

Puede que me arresten, me procesen y me metan en la cárcel, pero nunca me callaré; nunca haré las paces con un sistema que degrada a la mujer.

Ella fue y sigue siendo un hito en la historia del feminismo, una mujer imponente, singular, descendiente de una familia judía; nació en Lituania (Rusia) aunque sus padres se trasladaron a San Petersburgo en donde ella creció y desde los 13 años a causa de la precaria situación familiar debió de trabajar en una fábrica textil.

Me refiero a Emma Goldman (1869-1940)   a quien su padre hostigaba y la acosaba a fin de que se casara a los 15 años, ante ello Emma decidió emigrar a con su hermana a los Estados Unidos, llegaron a Nueva York solamente con una pequeña maleta, su máquina de coser y únicamente cinco dólares en la bolsa.

Pronto Emma se dio cuenta de que el sueño americano es una fábula, una pesadilla y tuvo que volver a sus orígenes de obrera textil. Años más tarde se enamoró, contrajo matrimonio y meses después se percató de que la unión ad eternum no era para ella, pero por conveniencia decidió no divorciarse a fin de conservar su ciudadanía norteamericana.

Emma no lo tenía fácil: era mujer, emigrante y joven, tenía solo 20 años, era rusa, judía, divorciada y recién llegada a Nueva York. Sus antecedentes no eran buenas credenciales, pero sería su ideología la que distinguiría su trayectoria. Sus objetivos vitales fueron luchar contra la injusticia y la explotación, ideales que marcarían su vida.

El 1 de mayo de 1886 en Chicago, sería la fecha que influiría definitivamente en su futuro. Aquella infausta fecha, 300.000 trabajadores se declararon en huelga exigiendo una jornada laboral de ocho horas. Con ese acontecimiento 5 jóvenes anarquistas, acusados de instigar la revuelta fueron ahorcados, hechos con los que nació una revolucionaria.

De ahí Emma desarrolló un destacado papel de propagandista, oradora, y escritora, redactando libros, revistas, así como periódicos, teniendo una activa participación en protestas, huelgas, mítines, entre otros eventos, entonces ella toma la determinación de entregar su vida a la causa anarquista en cuerpo y alma, y es apodada Emma la Roja, etiqueta que la acompañó de por vida.  Convertida en una agitadora pública, interviene en la prensa que le dedica inmisericordes máximas: ¿Por cuánto tiempo se le permitiría a esa peligrosa mujer continuar poseída por la furia? Emma es detenida en 1893 tras encabezar una marcha de un millar de personas portando una bandera roja y es condenada a pasar un año en prisión.

Estando presa la cárcel se convierte en su escuela, estudia a Nietzsche, Whitman y Thoreau, teórico de la desobediencia civil, ellos se convierten en sus maestros de cabecera y no sólo se transforma en una intelectual, también aprende a ser partera lo que le permite tomar conciencia de la situación de la mujer en la sociedad que le ha tocado vivir, así se torna en una acérrima defensora de la emancipación femenina, predica su doctrina del amor libre y exige la libertad para ambos sexos en el amor y en la maternidad.

En 1916 hablar en público sobre sexo y anticonceptivos se consideraba una actividad ilegal, además Emma cuestionaba la ley que obligaba al servicio militar obligatorio, por lo que es detenida de nuevo y por influencia del FBI se la expulsa del país, bautizándola como ‘la mujer más peligrosa de Estados Unidos’. La anarquista más combativa y guerrera del siglo pasado dejó una huella imbatible en la historia del feminismo ya que fue una figura del movimiento por la emancipación de la mujer, aunque sostuvo diversas críticas al movimiento nunca negó su lucha por la igualdad y equidad del hombre y la mujer.

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