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Benjamín González y las gestas de la gleba

Luis Hernández Navarro

Julio 26 de 2022

El pasado y el futuro de los movimientos emancipadores se encontraron en Morelos en la década de 1970. La tradición de lucha zapatista y jaramillista pasó la estafeta a la convergencia de una poderosa insurgencia sindical, acompañada de tomas de tierras urbanas y campesinas, protestas estudiantiles, la acción de los cristianos por el socialismo y un archipiélago de organizaciones populares. Benjamín González Suárez y su familia fueron, a un tiempo, testigos y actores privilegiados de aquellas gestas de los modernos siervos de la gleba. Él lo sigue siendo hoy.

Benjamín nació en Cuernavaca el 25 de febrero de 1954, en una familia de comerciantes y luchadores sociales, marcados por la cuestión religiosa. Como si fuera gitano, estudió en varias primarias. En la prepa organizó un movimiento que hizo historia y marcó a toda una generación.

Desde muy joven escuchó las pláticas sobre marxismo de Raúl Salmerón, egresado de la Universidad Patricio Lumumba. Supo que había que luchar contra el PRI, que era el símbolo de la opresión y el causante de la desgracia del pueblo mexicano.

Antonio González, su papá, fue siempre un hombre de compromiso. Como creía firmemente en la religión que le inculcaron sus abuelos, se metió de monaguillo. Después, se acercó a Casa de Dios. Cuenta Benjamín: Éramos muy religiosos. Al levantarnos hacíamos oración por el día que comenzaba. Al sentarnos a la mesa, orábamos por los alimentos recibidos y después dábamos gracias por los alimentos consumidos. Lo repetíamos en los tres alimentos. Al anochecer dábamos gracias por el día vivido.

Cuando Casa de Dios se dividió en dos bandos, Antonio no se decantó por ninguno. Pero, en 1963, llegó con la idea de que Dios no existía. Recuerda Benjamín: Los alegatos se armaban alrededor de su cama. Nosotros defendíamos la existencia de Dios. Finalmente sus dudas acabaron. Siempre buscó la verdad. La encontró en el método científico.

La baja condición física de su padre lo forzó a dedicarse al comercio. Fue arriero y trasladó artículos de una población a otra. Más adelante, empezó a hacer un poco de dinero con la Mueblería Janitzio, donde hoy está la entrada del restaurante Las Mañanitas, en Cuernavaca.

La familia se metió al torbellino de la participación política, de lo que Benjamín nunca se ha arrepentido. Antonio buscó a Rubén Jaramillo para apoyarlo, pero se le adelantó Adolfo López Mateos. El 23 de mayo de 1962, militares y policías judiciales sacaron de su casa al dirigente campesino, a su esposa Epifania, que estaba embarazada, y a sus hijos Enrique, Filemón y Ricardo, y los asesinaron en las cercanías de las ruinas de Xochiacalco.

El crimen marcó a la familia González. Su hermano Israel se convirtió entonces en participante en todos los actos luctuosos de la familia Jaramillo. Benjamín fue amigo de don Félix Serdán, integrante del estado mayor de Rubén, y se llevará a la tumba muchas cosas que él le platicó. De ahí pa’l real, Antonio nunca dejó de participar. Después, padre e hijo se metieron al Partido Comunista Mexicano. No duraron mucho. Radicalizados, al irse Carmelo Cortés se salieron a buscar otra opción.

La familia se mudó a la colonia Antonio Barona. A partir de ahí se activó su participación. Una noche que Benjamín se refugió con sus padres, escuchó a su mamá decir que, desde el día anterior, se encontraba allí un nuevo compañero: el afamado Güero Medrano, futuro dirigente de la colonia proletaria Rubén Jaramillo y del Partido del Proletariado Unificado de América. Así comenzó la aventura familiar con los maoístas.

El ingeniero Jorge Fuentes, Pacho, era el líder del Partido Revolucionario del Proletariado Mexicano, grupo con que la familia González entablaría relación. Uriel Velázquez contó la historia de este proyecto maoísta en El poder nace del fusil, un apasionante y documentado libro.

Sin cumplir 18 años, en 1970 su hermano Israel viajó a China con otros para recibir instrucción política y militar. Un día –narra Benjamín– me mandaron a contactar con unos compañeros que habían puesto bombas en diferentes lugares. Era un lugar muy peligroso. Pero logré mi cometido. Días después, leímos que había estallado un cinescopio en un local. Lo más seguro es que allí tenían bombas. Así fue como llegaron policías.

Tuvieron entonces que huir a la Ciudad de México. “Un día –cuenta el dirigente popular– mientras mi padre sacaba a la calle una mesa donde vendía jugos de naranja, me mandó por el periódico. ¡Cuál sería mi sorpresa al ver que en La Prensa venía un retrato del camarada Pancho preso! Corriendo le llevé el periódico a mi papá. No hizo ningún movimiento pero fundó el PMT como tapadera”.

Años después, hasta su disolución, reclutado por Armando Mier, Benjamín participó en una de las organizaciones maoístas más relevantes de aquellos años: Acción Popular-Marxista Leninista (https://bit.ly/3ztHZ5m) y en multitud de luchas sociales en Morelos y otras entidades del país. Organizó una toma de tierras de Pino Resineros, en San Pedro Piedras Gordas, municipio de Villa Madero, Michoacán. Trabajó con las Comunidades Eclesiales de Base, con barrios, colonias y cooperativas. Pasó por las mazmorras de la Brigada Blanca y fue torturado por Miguel Nazar Haro. Se salvó gracias a una tarjeta del secretario de Gobierno de Morelos. Después, se sumó al obradorismo.

Hace tiempo, Benjamín derrotó al cáncer en la garganta; hoy enfrenta otra inclemente enfermedad. No se rinde. Así como ha luchado siempre contra la injusticia, ahora batalla por recuperar su salud. En su biografía están muchas claves de las nuevas pugnas de la gleba en el estado de Morelos.

Twitter: @lhan55

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