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Elena indómita

 

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Horizonte ciudadano

 

Rosa Esther Beltrán Enríquez

Agosto 25 de 2016

 

 

Este año se conmemora el centenario del natalicio de Elena Garro, quien nació el 11 de diciembre de 1916 en la ciudad Puebla y murió el 22 de agosto de 1998 y por 22 años fue la esposa del Premio Nobel de Literatura Octavio Paz, relación que marco su vida y su literatura y la persiguió como una sombra.

 

La conmemoración comprende mesas de reflexión, lecturas dramatizadas y la Compañía Nacional de Teatro (CNT) estrenó ayer, Este paisaje de Elenas, que reúne tres obras de Garro: Andarse por las ramasLa señora en su balcón y Un hogar sólido, obras unificadas y recorridas por una misma idea, una misma protagonista que cambia de nombre y edad en cada versión, pero no en sus sueños.

 

Elena fue una mujer de increíble inteligencia, precursora del realismo mágico en el ámbito teatral, pero también se le reconoce como una mujer que rompió atavismos de género, como la marginación y la falta de libertad femeninas, cuando pocos y pocas se atrevían a tocar estos temas en una sociedad misógina y sexista en la que el lugar de la mujer era el hogar.

 

En su época, Garro era juzgada como una excéntrica, pero no le importaba, su objetivo era ser ella misma, con sus contradicciones y enigmas de manera que su huella era indeleble para quien la trataba; entonces, en su círculo familiar y de amistades resultaba extraño su amor  por los pobres, por los campesinos mexicanos sobretodo, por ello criticaba a los gobiernos posrevolucionarios por mantenerlos en la desatención y el abandono y según narra Elenita Poniatowska en su biografía, desenmascara a la política cultural mexicana, su totalitarismo,  la sociedad patriarcal, hacía pública la barbarie de los caciques, de los funcionarios y los empresarios mexicanos y reprobaba la obediencia (convenenciera) de su ex marido Octavio Paz.

 

Elena Garro conoció al líder campesino Rubén Jaramillo y convivió con él. Su libro más admirado y reconocido es, Recuerdos del porvenir, que narra precisamente la vida en el pueblo de Ixtepec, Oaxaca, mostrando la impresionante serie de acontecimientos que lo afligen, a los personajes que lo habitaron en otro tiempo –bajo un ambiente fantasmal– y su realidad desdibujada durante uno de los movimientos más complejos y menos comprendidos de México: la ‘revolución’ cristera.

 

La literatura del siglo 20 considera los Recuerdos del porvenir, una obra pionera, comparable a Pedro Páramo, de Juan Rufo y hasta a Cien años de soledad, del célebre Gabriel García Márquez ya que la autora penetra en un contexto en el que rige la tiranía, sin libertad de expresión ni justicia, sin inclusión a la diversidad indígena y lo multicultural, una sociedad en la que la democracia no existe, algo no muy diferente al México de hoy, un país en el que no se permite soñar, condenado a vivir en la mediocridad y  la pesadilla de la exclusión y la pobreza, por eso Emanuel Carballo dijo de ella “es tan actual como el periódico de hoy” y la considera como la novela que crea el realismo mágico en México, de ella surge la literatura femenina; hasta el título de la obra sugiere un sinsentido.

 

Una generación sucede a la otra, y cada una repite los actos de la anterior. Solo un instante antes de morir descubren que era posible soñar y dibujar el mundo a su manera, para luego despertar y empezar un dibujo diferente” esta es una sabia frase de Garro, esta ilustre mexicana que merece ser conmemorada, conocida, admirada, porque fue una mujer que no conoció el miedo y que amó a su país y soñó en transformarlo. Salve Elena.

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