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Sargento Nuño, regreso sin gloria

Luis Hernández Navarro

Febrero 6 de 2024

Al profesor Rubén Núñez Ginez le jodieron la vida. El 12 de junio de 2016, una semana antes de la masacre de Nochixtlán, lo detuvieron de mala manera siete vehículos sin placas. Acusado de lavado de dinero, como si fuera un peligroso reo, lo encarcelaron en una celda del penal de alta seguridad de Hermosillo. Él fue uno de los 13 presos políticos del magisterio oaxaqueño arrestados por oponerse a la reforma educativa de Enrique Peña Nieto y Aurelio Nuño.

Rubén era el líder de la sección 22 de la Coordinadora Nacional de Trabajado­res de la Educación (CNTE). Padecía diabetes. Durante dos años antes de su detención, el gobierno federal le orquestó una infame campaña de calumnias. En algunos reportajes en la prensa nacional se presentó (con fotos incluidas) su modesta colección de camisas bordadas oaxaqueñas, compradas en mercados populares, como muestra de su lujoso e inexistente guardarropa. Su estaquita Nissan fue exhibida como parte de una quimérica flotilla de coches. Su casa de una sola planta, en el municipio de Putla, construida antes de ser líder del movimiento, fue mostrada como si fuera un espectacular palacio.

Al maestro Núñez Ginez lo tomaron de rehén para tratar de doblar al movimiento magisterial. No lo lograron. Igual, ya en libertad, debió seguir yendo a firmar. Con la salud mermada por la cárcel y la persecución en su contra, murió el 23 de marzo de 2019 de un derrame cerebral.

Días después de su arresto, el 19 de junio de 2016, policías atacaron a sangre y fuego el plantón magisterial-popular contra la reforma educativa instalado en Nochixtlán, Oaxaca. Era secretario de Educación Aurelio Nuño. El saldo de la represión: ocho civiles asesinados, más de 100 heridos de bala, 150 víctimas directas y 150 indirectas. Un crimen de lesa humanidad que sigue impune.

Estos casos son muestra de las violaciones a los derechos humanos perpetrados contra el magisterio para imponer la legislación de Peña. En el marco de las protestas en aquellos años, uniformados asesinaron a los profesores David Gemayel Ruiz, Claudio Castillo y Antonio Vivar Díaz. Fueron encarcelados o se giraron órdenes de aprehensión contra decenas de dirigentes sindicales democráticos. Centenares de docentes fueron cesados. En varios estados, las evaluaciones a los mentores se efectuaron bajo vigilancia policiaca. Miles se jubilaron anticipadamente para no sufrir más humillaciones. En los medios de comunicación se les estigmatizó y ofendió abyecta y alevosamente.

Por eso, el Sargento Nuño –como lo bautizaron los maestros democráticos– fue repudiado en todos los rincones del país en los que se paró como secretario. Durante una visita a Guadalajara, Jalisco, en julio de 2016, fue abucheado e increpado por profesores que le gritaron: ¡Asesino!, ¡Oaxaca es México! y ¡Va a caer, va a caer!, ¡la reforma va a caer!

Curiosamente, Peña Nieto, el presidente que pretendía evaluarlos y despojarlos de sus derechos laborales básicos (algunos de los cuales siguen sin ser restituidos, como el no estar confinados a un régimen laboral de excepción), declaró el 3 de abril de 2013, que Boca del Río era la capital de Veracruz y, un mes más tarde, que Tijuana era un estado. Mientras, su encargado en el despacho educativo, especialista en montajes mediáticos, se refirió a la astrónoma Julieta Fierro como astróloga y Andrea Lomelí, una niña de ocho años, le leyó la cartilla: “No se dice ler, se dice leer”.

Dicho sea, en su descargo, el tecnócrata nunca escondió sus intenciones. Cuando se sentó frente al escritorio de José Vasconcelos, advirtió a la CNTE, a través de una entrevista a Arturo Cano en este diario: “Si quieren seguir otra ruta, no van a encontrar, como en el pasado, un gobierno que conceda. Se van a encontrar un gobierno –y creo que ya hay pruebas suficientes– que va a tener una gran firmeza, que va a aplicar la ley y que no se va a echar para atrás”.

No hablaba por hablar. En octubre de 2015, en Pluma Hidalgo, Oaxaca, se bajó del helicóptero para entregar las instalaciones de una escuela de doble turno, y en lugar de ser recibido por pobladores y maestros, le dieron la bienvenida centenares de policías fuertemente armados, el alcalde y su cabildo. Para la foto, llevaron a unos cuantos niños y dos o tres padres de familia.

Egresado de la carrera de ciencias políticas de la Universidad Iberoamericana, Nuño cursó una maestría en Inglaterra. De la mano del ex presidente Carlos Salinas se convirtió en asesor de Enrique Jackson y, después, coordinador de asesores del entonces diputado Luis Videgaray. El gobernador del estado de México Peña Nieto lo hizo su consejero, coordinador de mensaje de su campaña presidencial, jefe de Oficina en Los Pinos y suspirante fallido a sucederlo en la residencia oficial. Ahora, regresa al ruedo, como candidato plurinominal a una diputación, por el PRI.

El Sargento Nuño tuvo en su momento la bendición del gran elector, Claudio X. González (quien, sin embargo, se lamentaba de que por cuestiones políticas no impulsaba la reforma educativa con la beligerancia necesaria). En la Concanaco, el 26 de enero de 2016, el entonces dirigente de Mexicanos Primero señaló que “el secretario de la SEP, es no sólo un aspirante más a la Presidencia de la República, sino el delfín de Peña Nieto. Aurelio Nuño –dijo– es mucho más poderoso, dinámico, inteligente, abusado, del siglo XXI, cercano al jefe del Ejecutivo y al secretario de Hacienda de lo que era Emilio Chuayffet. Es, además, el artífice de la reforma” (https://shorturl.at/cmzPS).

El regreso con más pena que gloria del predicador y practicante de la pedagogía del garrote a la disputa por las curules es síntoma inequívoco de la degradación de nuestra vida política. En lugar de apuntarse para recibir su hueso, Aurelio Nuño debería ser juzgado por sus crímenes contra la educación pública y el magisterio.

Twitter: @lhan55

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