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Trump y la crisis migratoria

Horizonte ciudadano

 

Rosa Esther Beltrán Enríquez

 

Febrero 9 de 2017

 

No deja de ser asombroso que el ascenso de un presidente como Donald Trump haya hecho emerger conflictos en todo el mundo y haya resucitado afecciones, dolencias y enigmas que creímos sepultados para siempre.

El preocupante resurgimiento de la derecha mundial, como en Grecia y en Alemania con los neonazis, la defensa de las políticas nacionalistas, xenofóbicas, como en Holanda, Suecia, Finlandia, y mayormente en Francia con la elección de la líder del Frente derechista Marine Le Pen que promete, como Trump, defender a los franceses de musulmanes y extranjeros; son fenómenos sin precedentes en el mundo posmoderno y reflejan la propensición a destruir la memoria y celebrar el olvido.

La crisis migratoria no tiene precedentes en el mundo e impele a una deslocalización de las identidades culturales, de las relaciones identitarias, familiares y comunitarias, que en 2015 fueron deportadas o emigraron 250 millones de personas de acuerdo a cifras del Banco Mundial (BM).

Este es un tema preocupante para Europa y los Estados Unidos, son movimientos que provocan graves tensiones interculturales.

Se vive también un fenómeno de transformación de la vida cotidiana en las relaciones familiares, que igualmente afecta lo identitario cultural y obligan a las religiones, a las etnias, al nacionalismo, a las razas a retrotraerse, retroceder a épocas pasadas, lo que genera panoramas muy complejos e incomprendidos para las instituciones actuales.

Donald Trump ha llamado la atención y preocupa por su forma agresiva y desafiante, violenta de abordar la institucionalidad político-económica, su cuestionamiento y provocación a los poderes legislativo y judicial, el fenómeno de su descalificación sistemática a los medios de comunicación, el uso de falsedades con las que genera una grave tensión, este es el escenario de una coyuntura compleja que desafía, el presente y el futuro.

Trump reta al mundo y a la comunidad científica negando el calentamiento global, negando el Consenso de 2015 de País sobre el medio ambiente, lo cual aparece como una estrategia política no muy clara acerca de si es deliberada o es por desconocimiento o impulsado por otros interesados en esos temas que están detrás de él, todos estos son signos que en algunos tiempos han sido usados para vulnerar la democracia.

Es un despropósito su negativa de aceptar el cambio climático, tema que los científicos han demostrado que está ocurriendo y que sus consecuencias son catastróficas como amenaza para la vida, por lo que hay que buscar soluciones creativas para dar la vuelta a las posturas de Trump que muestra su ignorancia de la forma en que ahora funciona el mundo.

Los arreglos institucionales actuales pretendían hacer coincidir la cuestión del medio ambiente con un nuevo modelo de desarrollo económico y social, pero las posturas de Trump confrontan esos acuerdos y no han tardado en surgir los actores que tecnológicamente han avanzado mucho en los cambios a favor del medio ambiente y pugnan por defenderlos.

Los ataques trompéanos contra los inmigrantes mexicanos ya han tenido reacciones adversas en estados como California, Texas, y Chicago, entre otras, donde la ausencia de mexicanos comienza a resentirse como fuerza de trabajo necesaria. No es fácil que las decisiones hostiles contra México progresen impunemente.

Sabotear, deslegitimar a través del twittear las formas de opinión publica convoca a fanatismos nacionalistas y religiosos, provoca una serie de alteraciones de los mercados, políticas económicas arbitrarias e irracionales que alteran cambios que a iban en tránsito o situaciones que se consideraban solidas como valores democráticos ganados por luchas centenarias.

 

Sobra decir que México está en una situación muy crítica, en primer lugar, porque ningún presidente de la época contemporánea había estado en una posición tan débil y con la elección del próximo año que se avecina, el país está en una situación de incertidumbre que se acentúa, de forma que habrá que reevaluar, repensar el riesgo en el que está México-país.

En ese reevaluar y repensar los riesgos las universidades debieran estar a la vanguardia. Algo que sí está haciendo la UNAM, pero las estatales viven en una pasividad increíble, fuera de la realidad.

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